
2.- A la pregunta ¿Nene, traes cartas para mí?
Jamás responderás –¿señora quién coño es usted?, ni pero oiga, ¡si no le he visto en mi vida!.
3.- Aguantarás la sonrisilla de yamejodería al entregar una multa de tráfico (aún trabajando en ello).
4.- Por muy adorable que sea esa ancianita debes hacer que firme su notificación de embargo de cuentas (esto en tu primer día, toma). Un cartero no tiene conciencia, tiene un carrito de la compra amarillo, y punto. Por cierto, me siento Dios con ese pedazo de carro modelo “sísí ponme las naranjas que aún me sobra sitio”, y soy la envidia de todas las señoras de bien los días de mercao en la plaza.
5.- Evitarás la euforia y los comentarios inapropiados sobre los recibidores visitados. Tampoco está permitido tomar fotos.
Delfina se llama así por su abuela, no porque sus padres fuesen hippies, e ignora quién es el MOMA ese, ni por qué tendría interés en pagarle una millonada por sus cosas. Ya sabe que su tapete de ganchillo es total, total, total, por eso lo pone; y sí, ese cuarto de estar “va en serio”.
6.-Que no, ¡que no se pueden hacer fotos!.
7.- Serás respetuoso con los entuertos de consanguinidad en las aldeas. El amor lo puede todo. Si los Serrano pueden, los Coso del Coso del Coso del Coso también.
8.- Rellenarás hasta la última de las casillas por minúscula que sea.
9.- Si cabe un matasellos hay que matasellarlo.
10.- Adivinarás por ciencia infusa el destinatario de una carta sin:
calle y/o
número y/o
nombre
o bien un domicilio sin:
número y/o
placa de la calle Y
etiqueta del buzón, (siempre en blanco o con el nombre del fabricante en su defecto)
11.- Y porque yo lo valgo.
Jamás cabrá confusión alguna entre la correspondencia de esas vecinas que pese a vivir puerta con puerta y compartir número NO SE DIRIGEN LA PALABRA (esto es impagable, como estoy disfrutando, payo).