La pastelera

Todo est'a mucho mejor.



Durante todas estas semanas hab'ia un asunto que estaba consiguiendo quitarme el suen~o. Cre'ia que me iba a volver a Espan~a sin darme el gusto de echar un galardo bien espumoso en la comida de uno de nuestros numerosos clientes.

Lo 'unico que puedo decir al respecto es:


Ya me siento mucho m'as aliviado.


Lo triste de desear cosas- y de que estas se hagan realidad- es que nunca es suficiente. Una vez lo ves cumplido sientes un regusto amargo, el de algo que nunca m'as podr'as volver a anhelar. Ya lo has visto, ya lo has olido, ya le has clavado tu polla venosa. More than enough.



Demos gracias a que los caminos del Sen~or son inescrutables. Ahora fantaseo con la idea de un gapo viscoso y c'alido -quiz'a hermano del anterior- escuchiendo mejilla abajo por la cara del chef part-time.



ES UNA PUTA P A S T E L E R A. Me he enterado hoy.

Por esos se le queman los huevos cada vez que tiene que cocinar m'as de dos desayunos a la vez.

Por eso tiene esa extra;a creencia de que la cocina de un establecimiento debe cumplir unos m'inimos imperativos de higiene.

Por eso suda como un cerdo mientras trata de encontrar los ingredientes de cada plato en la fotocopia del men'u que hay pegada al frigor'ifico; haciendo que los cercos de sus axilas cambien el color de su camiseta como si de la piel de un extran~o reptil sudamericano se tratase.


Una puta pastelera no me da 'ordenes.

Ma;ana mismo, con la primera mala contestaci'on, recibir'a el c'alido producto de mis gl'andulas salivares en su poroso cutis.
SE COMER'A MI GAPO.